Así fue como inicié un viaje que me llevó al otro lado del mundo… Con miedo.
Recuerdo que cuando supe que había sido aceptada por una compañía de crucero y tendría la oportunidad de trabajar y visitar destinos increíbles por el mundo, un gran entusiasmo por las nuevas experiencias que me esperaban se hizo presente, pero también me embargo un miedo por tener que enfrentarme a algo totalmente desconocido.
Después de preparar todo para la nueva aventura, despedirme de mi familia y aterrizar en el primer aeropuerto que me llevaría al nuevo destino, encontré que mi siguiente vuelo estaba retrasado. A pesar de querer mantenerme positiva ante el imprevisto, la ansiedad comenzó a apoderarse de mí y empecé a cuestionarme qué estaba haciendo ahí, por qué me había embarcado en algo así.
Quería salir corriendo en ese momento y volver a casa. Estaba a una hora en vuelo o seis horas en autobús, así que la idea me pareció bastante tentadora. Aunque otra parte de mi me decía que todo iba a estar bien, que respirara y continuara, que ya estaba ahí y que atravesar la incomodidad era lo mejor para saber que había al otro lado, para no quedarme con la duda.
Así que ahí sentada, temblando de miedo, escribí lo siguiente:
A veces la valentía nada tiene que ver con aparentar que nada nos perturba.
A veces solo se trata de darse la oportunidad de ser vulnerables, de tener miedo, sentir incertidumbre y reconocerlo.
Reconocer que dar un salto importante a la expansión también trae consigo nervios y ansiedad.
A veces ser valientes cuando nada parece tener certeza consiste simplemente en confiar.
Respira.
Desde entonces, cada vez que la decisión de intentar algo nuevo me asusta, leo esto y recuerdo que no hay nada más valiente que atreverse a ser vulnerable.
Te abrazo,
~ Gabriela Dorantes