Empacando unas cuantas maletas
Era la primera vez que me embarcaría en una experiencia así, al otro lado del mundo, lejos de todo lo conocido: comida, amigos, familia, idioma. Fue por eso que decidí pedirle a una amiga que ya estaba trabajando en la industria de cruceros que me contara su experiencia para tener al menos una idea de lo que me esperaba.
Entre anécdotas y consejos, mi amiga me recomendó comprar todo lo necesario para que mi estancia fuera lo más cómoda posible a bordo: desde ropa y productos de higiene, hasta mis snacks favoritos.
Ya en ese entonces había depurado bastante mis pertenencias y podía empacar mi guardarropa entero en una maleta de mano (contando un par de tennis y unas sandalias). Sin embargo, con las nuevas provisiones decidí agregar un equipaje adicional que documentaría en el aeropuerto y una mochila donde llevaría mis documentos importantes y algunos libros (la lectura nunca puede faltar).
Fue justo a la hora de presentarme en el mostrador de la aerolínea que decidí no cargar con el equipaje de mano de aeropuerto en aeropuerto (en total tendría que tomar tres vuelos para llegar de Veracruz, México a Atenas, Grecia con una mochila de 10 kg a la espalda) y elegí documentar también mi equipaje de mano, quedándome solo con la mochila llena de documentos y libros. Error!
Equipaje perdido
Al llegar al aeropuerto de la Ciudad de México para tomar el siguiente vuelo que me llevaría a Atlanta, US, descubrí con pesar que este estaba cancelado y que no había otra salida programada para más tarde. Así que la aerolínea me ofreció la posibilidad de pasar la noche en un hotel y continuar mi viaje al día siguiente. Además me dieron la opción de devolverme el equipaje documentado con la condición de presentarme tres horas antes del vuelo para documentarlo por mi cuenta o dejarlo de una vez para que la aerolínea lo documentara por mí.
Decidí dejárselo a la aerolínea. Segundo error!
Al día siguiente tomé el vuelo programado y a partir de ahí no hubo más contratiempos hasta mi llegada a Atenas, cuando esperando mi equipaje en la banda… Surprise, surprise! Este nunca apareció.
Después de llenar el respectivo reporte sobre mi equipaje perdido, me fui del aeropuerto solo con mi mochila y la ropa que traía puesta desde que salí de casa, lista para abordar el barco en el que viviría los próximos meses sin ninguna de las pertenencias que había planeado llevar. Ni siquiera un cambio de ropa.
Aprendiendo a soltar
No voy a mentir. Lo de soltar nunca se me ha dado muy bien y los primeros días la sufrí como nunca entre llamadas y correos de seguimiento con la aerolínea diciéndome que mi equipaje no aparecía por ninguna parte.
Esto, más el hecho de estar en un nuevo lugar, desempeñando un nuevo trabajo y tratando de adaptarme a nuevas personas sin mis pertenencias, me hizo sentir muy vulnerable y la única solución que venía a mi mente en esos momentos era salir corriendo de ahí lo más pronto posible para dejar de sentirme así.
Por supuesto, les conté toda la situación a mis padres esperando que apoyaran mi decisión de volver a casa después de mi fallido intento de trabajar en un crucero (así es como yo percibía lo que estaba ocurriendo). Sin embargo, fue mi padre quien me dio la única respuesta que no quería escuchar y que me cambió toda la perspectiva.
Durante esa llamada con él donde lo único que yo hacía era llorar, mi papá me dijo que cuando decidió migrar a otro país buscando darnos a mi madre y a mí una mejor vida económica, él llegó sin nada más que el pantalón, la playera y los zapatos que traía puestos, dispuesto a trabajar a partir del día siguiente si era posible. Y ahí estábamos los tres casi veinte años después de esa decisión: yo con una carrera universitaria terminada y con la oportunidad de un trabajo que me estaba llevando a conocer el mundo, y mis padres con una casa propia construida con años de esfuerzo que ahora les daba la oportunidad de vivir cómodos y tranquilos. Así que unas maletas perdidas no eran, a su parecer, un gran motivo para renunciar sin siquiera haberlo intentado.
Debo decir que contrario a lo que pensaba, esto era justo lo que necesitaba escuchar para dejar de lamentarme por algo que ya había perdido y empezar a enfocarme en lo que sí tenía en ese momento: una cama donde descansar, comida, personas que me mostraron su apoyo desde el primer día, mucho que aprender y por supuesto, un trabajo que me remuneraría con mucho más de lo necesario para comprar nuevas pertenencias.
Después de esa llamada decidí no preocuparme más por el equipaje e hice el esfuerzo por mirar todo desde una nueva perspectiva: esta era la oportunidad perfecta para reinventar(me) y elegir con mas consciencia lo que quería me acompañara a partir de ese momento.
Días después escribí lo siguiente:
Primera lección de este viaje…
Suelta, suelta, suelta para que tengas las manos vacías y puedas llenarte de todo lo que te espera.
Que mis maletas no hayan llegado conmigo me ha dado la oportunidad de elegir sabiamente solo aquello que necesito y he podido comprobar que en realidad no es mucho lo que necesito para disfrutar de estar aquí.
Lo material es algo que puede desaparecer de un momento a otro y no son mis pertenencias las que me definen.
De los errores se aprende
Meses después, mi segundo contrato a bordo de un crucero me llevó a principios de este año al fin del mundo: Ushuaia, Argentina, donde embarqué el crucero en el que visitaría Antártica por primera vez. Y debo decir que después de lo aprendido, decidí hacer el viaje solo con una maleta de mano para no extraviar nada de lo necesario en el camino.
Desde entonces procuro viajar de esa manera, solo con lo necesario, teniendo en cuenta que si tengo la oportunidad de documentar un equipaje extra y el contenido llega a extraviarse de nuevo, no será el fin del mundo, sino la oportunidad de soltar aquello que es necesario dejar atrás para dar espacio a algo mejor.
No hace falta cargar con tantas maletas, expectativas o juicios para viajar por la vida.
Haber tomado la decisión de empezar a viajar ligera me ha dado la oportunidad de aprender a reconocer lo verdaderamente importante: descanso, alimento, asombro y un corazón dispuesto a sentir.
Con amor,
~ Gabriela Dorantes
Me llena de emoción estar enviándoles esto desde Antártica, increíble lugar al que he tenido oportunidad de volver y donde despediré este año que tantas sorpresas y enseñanzas me ha dejado.
Gracias por compartir estos valiosos aprendizajes. Me cuesta mucho soltar amigos y lugares que ya no me suman, ciertas creencias, incluso partes de mí que ya no soy.. y ando entrenándome en ese arte de soltar. Como dices es soltando como llegas a lo esencial. Y a la libertad también.