Revisitando mi jardín interno
El lugar donde atesoro los aprendizajes de este y otros tiempos
‘‘Siento que celebrar el proceso me permite desmenuzar ese pasado en el tiempo presente’’.
De Todas las Flores.
~ Natalia Lafourcade.
Hace poco, una publicación antigua en mis redes sociales apareció para recordarme algo que había escrito tiempo atrás. Algo que, a pesar de haber olvidado, contenía las palabras que estaba necesitando justo en ese momento.
Gracias a esa mágica sincronía, decidí hacerle caso a mi curiosidad e ir a las notas de mi celular para revisitar otros escritos que, aunque fueron redactados durante otros procesos de mi vida, volvieron a hacer eco en mí.
Parte de esos textos que encontré, es lo que hoy te quiero compartir:
Debo admitirlo, me dan miedo los cambios, pues aunque algunos se sienten como brisa que barre el polvo, otros parecen huracanes que cimbran y revolotean todo a su paso.
Los segundos son precisamente los que más me aterran, sin embargo también los que más aprendizaje me han aportado en la vida. Por eso, con todo y miedo, he aprendido a honrarlos y darles la bienvenida.
Y entonces comprendí que la libertad es conquistar el poder de caminar con conciencia, amor y valentía, eligiendo aquello que me da la oportunidad de transformarme y renacer día con día.
Renunciar a esa versión mía que sentía duraría largo tiempo, es la parte más dolorosa.
Soltar eso que ya no encaja en mi ser, es lo más complicado del proceso.
Pero tener la oportunidad de conectar conmigo después de atravesar el caos, es el obsequio por el que sigue valiendo la pena transformarme.
Comenzar solo por comenzar, sin saber exactamente qué decir pero teniendo certeza de que algo necesita expresarse antes de que el momento se escape.
Porque la historia de cada persona resulta ser infinita en sí misma, con combinaciones y contrastes que la hacen única. Con momentos y experiencias que alcanzan a los demás, que nos hacen coincidir, compartir y algunas veces, trascender.
Existen tantas formas de conexión y las más increíbles son las que encuentro en los lugares menos esperados. O quizá el alma ya las intuye pero yo aún no soy del todo consciente de ello.
Así es como un día me despierto, veo u oigo algo que me llama y dejando que la intuición y la curiosidad me guíen, voy a su encuentro.
Esas conexiones que parecen externas, realmente tienen que ver con mi propio interior materializado en forma de lugar, persona, situación y aprendizaje para que pueda percibirlas. Y una vez reconocidas, toca integrarlas, gozarlas y compartirlas.
Azul infinito que reflejas lo de arriba en la tierra:
El caos y la calma.
La tranquilidad y la fuerza.
No pertenecer a ningún lugar.
No como alguien que vaga sin rumbo, sino como alguien que ha encontrado su sitio en sí mismo.
Hemos aprendido a volar cada vez más alto y más lejos, y en muchas ocasiones no es la libertad lo que ganamos.
Por el contrario, a veces pareciera que cada que damos un paso más allá de lo conocido buscamos arraigarnos a algo o alguien por miedo a perdernos.
Pero quien se conoce, sostiene y habita a sí mismo, sabe que no pertenecer a ningún lugar en realidad es la oportunidad de algo mucho más grande. Es la oportunidad de reconocer que ya pertenecemos a un Todo.
A veces no se trata de soltar al miedo.
A veces debo tomarle la mano y pedirle que me acompañe a conocer ese nuevo lugar, persona, trabajo o experiencia que está más allá de lo que hasta ahora hemos conocido juntos.
Viajar es la oportunidad de conocerme a mi misma desde otros lugares y otras formas de ver.
Es reconocer que me pertenezco más allá de las etiquetas que me he puesto y que me han identificado limitando mi más auténtico ser.
Es recorrer nuevas rutas de mi propia mente, alma y corazón para entender que nunca he estado sola, siempre me he acompañado a mi misma.
Es trazar el camino de vuelta a casa. Esa que siempre aguarda dentro de mi.
Con amor,
Gabriela Dorantes.
Me ha encantado este escrito, reconocer que independientemente de donde estemos, somos el hogar para nosotras mismas ❤️